Estación de ferrocarril de Usaquén.



En la calle 110 con carrera 9, posa en medio de la avenida una casa de corte colonial que dice “USAQUÉN”.
Reliquia de la arquitectura capitalina, relata, en frente de las modernas calles, la historia de cómo creció Bogotá, esa ciudad que antes de los disturbios del 9 de abril de 1948, le apostaba a las vías férreas y viajaba por medio del sistema de trenes de la sabana.
La estación del tren de Usaquén fue, con la estación de La Sabana, los principales centros de recepción de la Bogotá de antaño, cuando esta no tenía vías y el norte eran potreros.
El ferrocarril del nordeste llegó a la estación de Usaquén hacia 1926 con el fin de comunicar los departamentos de Cundinamarca y Boyacá. La labor estuvo a cargo de la firma belga Societé Nationale de Chemins de Fer.
El proyecto del tren de la Sabana, terminado en 1953, tuvo en Bogotá estaciones principales como la de Chapinero, Calle 100, Fontibón, Bosa, entre otras, que a la postre determinaron la dirección en la que la capital se desarrolló.
Las únicas estaciones “sobrevivientes” son Usaquén y Sabana, las cuales son patrimonio histórico de cómo la ciudad olvidó este sistema vial para enfocarse en la construcción de vías y la implementación de los buses urbanos, que eran la moda en los años 50.




El tren dejó de ser importante cuando las poblaciones aledañas se fueron integrando al área urbana, sumado a la corrupción y los intereses de empresarios del transporte de carreteras, que estancó el desarrollo del sistema ferroviario, Sin embargo, por dentro es ahora un conjunto de oficinas donde funciona la empresa Turistrén, que se embarcó en salvar los trenes luego de la quiebra de la empresa Ferrocarriles Nacionales en 1991 para convertirlos en el Tren Turístico de la Sabana.